domingo, 10 de marzo de 2013

Recuerdos de Flora


Yacía desnuda e indefensa sobre el pasto mojado en un día frío, su cuerpo todo tenso y su piel húmeda y entumecida, sin aroma. El cabello le cubría la cara, solo se veían sus labios pálidos. Llevaba puesto un broche en su cabeza, un delicado broche blanco que la hacia ver tan tristemente angelical, única, perpetua. Lo ultimo que oí salir de su boca fue un - te quiero- y lo tengo clavado en mi mente, lo oigo y lo oigo flotando en mi cabeza; pero que podía hacer yo, el viaje era ese, en ese momento, no podía hacer nada, debía irme y dejarla; fue la decisión mas estúpida. 2 años atrás la había visto como siempre en el café, sentada siempre en la mesa que daba al lado de la ventada roja, tomando un expreso que agarraba con ambas manos para calentarlas.
Solo tenia que entrar y despedirme, nada difícil, solo un "hasta luego" nada mas, y con eso partiría, con el recuerdo de su piel rosando la mía, jugando entre las sabanas, amándonos, besándonos.

Al cruzar la puerta y verla mirarme expectante del encuentro, supe que seria mas difícil de lo que había pensado, sus ojos brillantes me miraban con el amor que siempre quise sentir, y caí dentro de mi mismo cuando le dije de mi partida; no quería irme, pero tenia que. Ella sonrió, la sonrisa mas dolorosa que alguien podría dar, me tomo las manos y me dijo que me quería. Salí como entré, frío, pero no era un frío externo, era un frío que me congelaba el alma, me la hacia añicos. No podía hacer nada, me había ofrecido a ir a ese lugar, sintiendo que me necesitaban mas allá que aquí, que ella. Que mala decisión, y me costaría, me pesaría 20 años mas.
Hace 20 años no esta, hace 20 años que la vi en el café esperándome. Tanto tiempo ha pasado y todavía siento su piel, huelo su perfume, veo su sonrisa. Al volver en aquel entonces no creí que las cosas estuvieran así aquí, la guerra había llegado y tocado a la puerta de cada persona que había conocido. El florista, el repartidor, el panadero, la señora que paseaba a sus perros todas las tarde en el parque de la esquina, todos ellos los había encontrado la guerra, y a Flora también.


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